En
los años en que comenzó el cine a color, se realizo una adaptación
de un libro clásico, pensado para niños pero que también tiene su
mensaje de viaje arquetípico. En este caso estoy hablando del libro
y la respectiva película “El mago de Oz”. Dorothy es una joven
cansada de su aburrida vida en Kansas, su deseo es el de aventuras.
Pero la Dorothy del film debe aprender que a veces el lugar no es tan
importante como la propia construcción del individuo. Es por eso que
en su travesía en el mundo de Oz, la acompañan un león cobarde, un
espantapájaros oligofrénico y un hombre de hojalata sin corazón.
Su conexión con el mundo real, está representada en Toto, su fiel
perro mascota que la acompaña hasta el mágico mundo de Oz y la
advierte de los peligros.
Tanto
el libro como la película son parte del imaginario colectivo, el
mundo de Oz comparte fama con otros mundos fantásticos como el país
de las maravillas y nunca jamás. Están en el mismo plano de
fantasía infantil pero también de adultos que no son tan adultos.
El
año pasado se filmo una película dirigida por un ahora
irreconocible Sam Raimi, otrora director de grandes ejemplos del cine
de terror y fantasía, ahora se presta para que la maquinaria
infernal y fascista de Disney haga pedazos todo el sentido de la obra
del mundo de Oz para presentarnos un mensaje tan vacio como los
fondos verdes donde los actores realizaron toda su actuación. Es un
poco patético pensar en la frialdad tecnológica de ver a un James
Franco actuando como si estuviera hablando con un mono alado
simpaticón. La película comienza con el mismo truco del blanco y
negro, tal cual la original y cuando el mago de Oz llega hasta el
lugar que se convertirá en su reino todo es color, fantasía y
muchos efectos especiales fríos y ya vistos en otras películas que
han abusado y recontra abusado con el 3D y las flores gigantes.
No
es secreto para nadie que Disney es una máquina de hacer películas
ideológicamente cuestionables. Yo mismo comprendo la razón
imperialista detrás de sus conciliaciones y sus personajes que son
buenos y malos sin matices. Al ver en todo caso lo que han hecho con
el mundo de Oz, da un poco de rabia y vergüenza. Una película que
antes pudiera hablar contra el conformismo, el aprender a usar la
cabeza, el corazón y el coraje para enfrentar los problemas, ahora
se presta para un show pirotécnico sin ninguna gracia. Los esclavos
son animales, son negros, son enanos y son raros. Las brujas son
hermosas, pero es una mascarada, porque en el mundo Disney los malos
siempre son horribles, porque es el imaginario que siempre han
planteado, malos de cabello moreno, buenos-buenos de cabello rubio o
al menos con una simpatía y una bondad en el corazón que los hace
infinitamente superior a sus enemigos, siempre egoístas y sin causa
social.
En
un momento de la película realmente conmovedor, vemos un personaje
de porcelana que ha perdido a toda su familia y sus piernas están
rotas. El mago interpretado por James Franco le repara las piernas
con un pegamento especial. E inmediatamente el personaje antes
querido, se vuelve otro de sus acompañantes en el viaje para vencer
a la malvada bruja, ganándose nuestra aversión por ser el típico
personaje infantil de Disney que es siempre pillo, dice cosas
punzantes y se sale con la suya en base a su creatividad. Una mentira
que Disney ha planteado desde sus orígenes. El ideal de una nueva
familia se presenta en base a personajes de todas las razas y formas,
incluso animales, pero siempre con bondad en sus corazones.
Otro
momento clave de la película es la transformación de la bruja,
antes hermosa e interpretada por Mila Kunis en un ser repulsivo, con su típica
risa que es la que vemos en el film original. Quizás un buen
momento, dentro de un film horrible, pero desaprovechado. Ya que es
tan absurdo como se configuran los personajes, que los malos (como
vienen haciendo desde el Retorno del Jedi) tiran rayos por las manos.
Obvio.
Hay
una serie de imágenes patéticas y horripilantemente nazis en la
película. Como los niños rubicundos rodeando a la bruja buena. La
blonda les lee un mensaje de amor, paz y prosperidad y uno puede
creer que está viendo una postal de Colonia Dignidad o las
juventudes Hitlerianas. El personaje de la bruja buena, es tan vacio
de profundidad como las campañas políticas de este país. Todos los
personajes en realidad están vacios de profundidad. El mago no
parece aprender otra lección que aquella de “confórmate con lo
que tienes”
No
es que uno le exija a una película que sea un manifiesto de
honorabilidad. Pero la manipulación constante de mensajes como el
que nos entrega Oz es despreciable y no es para nada inocente, pese a
que la película sea para menores de edad, con mayor razón los
riesgos que se corren al exponer a los niños a estas imágenes y
estos discursos pre-fabricados es doblemente horrible.
Ya
para terminar, porque tampoco hay mucho más que agregar sobre Oz y
su pedantería fascista, el largometraje dura dos horas y algo más,
lo que lo hace mas odioso y por supuesto, menos recomendable.